Compositor del mes: Juan Pablo Contreras

Compositor del mes: Juan Pablo Contreras

– El compositor escribe sobre su experiencia como editor del Opera America Songbook, recientemente editado por Schott New York.

– “Son muchos los compositores de esta compilación que en búsqueda de un lenguaje accesible, coquetean con elementos del “pop” y abandonan por completo la escuela “clásica” de la escritura musical.”

Siempre me han intrigado las comisiones colectivas que han surgido a través de la historia de la música. Un ejemplo fascinante es el grupo de variaciones sobre el vals del famoso editor musical Anton Diabelli, que él mismo comisionó en 1819. Convocó a los cincuenta compositores austriacos más destacados de la época para que escribieran una pequeña variación sobre su sencillo vals. De la lista de los tantos compositores que hicieron entrega de este encargo, hoy en día solo destacan Franz Schubert, Carl Czerny (mejor conocido por sus estudios para piano) y el joven Franz Liszt, que tenía apenas once años cuando entregó su variación para esta colección. Esta historia se ha hecho famosa ya que Beethoven fue uno de los invitados a participar en esta publicación pero, como acostumbraba no seguir las reglas, decidió no escribir una sino treinta y tres variaciones sobre este tema. Hoy en día, las Variaciones Diabelli de Beethoven se sitúan en la cima del repertorio pianístico, a la par de las Variaciones Goldberg de Bach y las Variaciones Handel de Brahms. Sin embargo, lo que me intriga más sobre esta historia es: ¿qué pasó con los cuarenta y seis compositores restantes que formaron parte de esta colección? ¿Por qué ya no se les conoce hoy en día si su obra fue merecedora de ser considerada tan elocuente como la de Schubert o Beethoven?

El pasado marzo del 2012, la organización Opera America se dio a la tarea de comisionar a setenta compositores internacionales para que escribieran una canción para voz y piano en celebración de la apertura de su nueva casa, el National Opera Center,en Manhattan. Esta festiva colección de canciones que hablan sobre temas que giran alrededor del azar de construcción de un nuevo hogar, llevan el título de “Opera America Songbook”. De los setenta compositores convocados, solo cuarenta y siete hicieron entrega de su canción. A los compositores participantes, entre los cuales destacan Mark Adamo, Lori Latiman, Nico Muhly, Jorge Sosa, Howard Shore y Lowell Liebermann, se les invitó a que escribieran una canción de aproximadamente cinco minutos en duración con completa libertad para elegir el texto a musicalizar.

La casa editorial Schott New York se encargó del dibujo digital, edición y publicación de este trabajo. Junto con Christopher Cerrone y Scott Wollshleger, tuve la dicha de ser uno de los tres editores que encabezaron este proyecto. El mayor reto consistía en tomar el trabajo de estos compositores con estilos totalmente diferentes y pasarlos por un filtro editorial uniforme. Lo cometido resultó, entre tantas cosas, un ejercicio mental sumamente interesante. El editar el trabajo de cuarenta y siete compositores considerados como unos de los mejores artesanos en la escritura musical de nuestra época, despertó en mí muchas curiosidades sobre las nuevas tendencias y estilos que se manejan hoy en día en el género de la música clásica.

Primeramente, hay que recalcar que la gran mayoría de los compositores invitados a este proyecto son estadounidenses o radican en los Estados Unidos. Es también notorio que varios de los compositores que participaron en esta publicación tienen vínculos fuertes con la escritura operística. Bajo estos parámetros, al analizar la canciones que fueron escritas para esta ocasión, es evidente que existe un incuestionable regreso a la tonalidad y el uso de las armonías consonantes por parte de este conjunto de compositores. Dentro de los seleccionados, predominan compositores con una clara afinidad ante el “minimalismo”. Siempre es delicado utilizar este tipo de etiquetas en la música, pero al usar este término me refiero a que son compositores que escriben piezas con un lenguaje musical estático, generalmente con un pulso constante y con células o pequeños motivos musicales recurrentes. Dentro de este grupo podría colocar a Christopher Theofanidis, David Lang y Christopher Cerrone como figuras simbólicas de esta índole.

Si bien es indudable que la composición del Siglo XXI ha regresado a la tonalidad y la preferencia de armonías placenteras, es interesante investigar qué sistema de composición utilizan estos compositores como nueva propuesta ante a este lenguaje arcaico. Son muchos los compositores de esta compilación que en búsqueda de un lenguaje accesible, coquetean con elementos del “pop” y abandonan por completo la escuela “clásica” de la escritura musical. Como decía el compositor Daniel Catán: ¿cuál es la necesidad de voluntariamente matricularse en un orfanato? En la actualidad, es difícil desconectarse del mundo sonoro que nos rodea en la radio, internet y en un sin fin de medios de publicidad que sobreexplotan la música plástica y comercial. No es imperativo el ignorar esta realidad y expulsarla de la nueva creación de música clásica, pero sí considero necesario el formar parte de nuestro legado musical clásico, con sus tradiciones y enseñanzas, para así crear una nueva propuesta artística.

¿Existe entonces un nuevo sonido “Americano”? Bajo dicha circunstancia, bautizando el nuevo hogar del Opera America, algunos compositores de esta antología como Thomas Pastieri y Michael Ching decidieron escribir una canción patriótica con el estilo Americano que hace algunos años conquistaron Copland y Ives. Sin embargo, no basta el evocar el lenguaje armónico y melódico de estos maestros, con el ingenio que tenían para describir el espíritu de su país, para lograr forjar un nuevo estilo Americano. En búsqueda de un nuevo sonido nacionalista, otros compositores participantes como Derek Bermel y Bob Telson insisten en mezclar el jazz con la escritura clásica. En su partitura, Telson hasta incluyó el cifrado armónico de cada acorde que escribió, algo que uno encuentra en los “Fake Books” de jazz, para recalcar que él considera el matrimonio  entre estos dos géneros inminente. Cabe mencionar que estos recursos no son particularmente originales ni son suficientes para apercibir el florecer de un nuevo estilo.

Haciendo a un lado las preocupaciones estéticas, la canción que me gustó más de esta colección es la del compositor mexicano Jorge Sosa, a quien no le conocía antes de este proyecto. Su canción titulada “Song of the Last Crossing”, para mezzosoprano y piano, relata la historia de una señora latina que se despide del niño neoyorquino que cuidó por muchos años, ya que finalmente regresará a su país para estar con su familia. El conmovedor texto de esta canción fue escrito por Magda Bogin, quien entrelazó versos en ingles y español para este trabajo. La mezcla de idiomas resultó interesante ya que generó un léxico que hoy en día surge de manera natural entre los latinos a consecuencia de vivir tantos años en el extranjero. Más que una canción, la creación de Sosa resultó ser casi una pequeña escena de ópera. Actualmente, Sosa está por terminar su primera ópera, La Reina, que ha estado trabajando en talleres auspiciados por Opera America.

De la mano de la partitura del “Opera America Songbook”, se publicará en octubre una compilación de tres discos compactos con la grabación de las canciones comisionadas.  Los discos y la descarga digital se podrán obtener en http://operaamerica.org/songbook y la partitura se encuentra a la venta por parte desde http://www.halleonard.com.

Hoy quedan como vestigio esta colección de canciones que han quedado inmortalizadas en hojas y discos. Me pregunto, como en el caso de las Variaciones Diabelli, ¿cuáles serán los cuatro compositores que serán recordados y admirados dentro de doscientos años? Solo el tiempo lo dirá.

* Juan Pablo Contreras. Compositor y tenor originario de Guadalajara. Recibió su Licenciatura en composición del California Institute of the Arts y su Maestría en composición del Manhattan School of Music, donde se le otorgó el premio “Nicolas Flagello Award” por excelencia en composición. Entre sus maestros destacan Nils Vigeland, Daniel Catán y Michael Pisaro.  Su música ha sido interpretada en Francia, Suecia, Polonia, Serbia, Estados Unidos y México.

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